jueves, 2 de junio de 2011

sin titulo

Los ecos perturbaban la mohosa estancia de la catacumba, el chirido metálico se asoma presagiando al lugubre ser, lo sigue el palpitar pesado de sus pasos y su silueta se dibuja a la luz de las antorchas. Encorvado y desgarvado arrastra un trozo de metal, sus junciones crujen secas y ennegrecidas y sus cuencas brillan levemente en la oscuridad, por que el ve mas alla de las penumbras. El viento suena entre sus huesos y armadura oxidada, semejante a un jadeo, mientras deambula vigilante por el laberinto olvidado.

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